La fotografía me ha dado la oportunidad de retratar historias de amor fantásticas y esta ocasión me dio el honor de cubrir mi segunda boda internacional, en midland Alabama.  Fue un fin de semana donde pude capturar cada instante desde el amanecer, mientras los preparativos inundaban el aire con la emoción y la anticipación, hasta el momento mágico en el que steph y Dallas  se miraron a los ojos y sus corazones latieron al unísono.
Era una boda con un secreto que me confeso steph, (no se preocupen me autorizó a compartirlo) pues habian estado esperando 7 años y el año 2023 para realizar su boda. Su numero de la suerte de ambos. Así fue como un 07/07/23 se casarían. 
Primero entramos en ese momento de ntimidad y magia, donde la novia se arreglaba en compañia de sus seres queridos. Era una armonia bellisima sacada de un cuento de hadas.

Steph irradiaba belleza en su vestido de encaje, con destellos de luz que jugaban en cada pliegue. Su sonrisa, llena de pura felicidad, iluminaba más que el propio sol.

El escenario de la ceremonia era idílico: un jardín repleto de arboles sabios y verdes, con un arco al centro que parecía susurrar sus buenos deseos al viento. Mientras Steph caminaba hacia Dallas, el sol se filtraba entre las hojas de los árboles, creando una coreografía de luces y sombras que parecía bailar al ritmo de sus latidos.
Los votos que intercambiaron eran como poesía pura, expresiones sinceras de amor, compromiso y complicidad. Cada palabra resonaba en el aire, fundiéndose con el canto de los pájaros y el susurro del viento, como si la naturaleza misma estuviera bendiciendo esta unión.

A medida que el día avanzaba, capturé momentos mágicos: risas contagiosas, lágrimas de felicidad y abrazos cálidos que parecían sellar un pacto eterno. La luz del atardecer bañó el entorno con una tonalidad dorada, como si el universo estuviera celebrando el amor que había unido a Steph y Dallas en este día tan especial.
Cada imagen que capturé no solo reflejaba la belleza del lugar y la ceremonia, sino también la esencia misma de ese amor puro y genuino que fluía entre la pareja y sus seres queridos.
Al finalizar la jornada, mientras recogía mis cámaras y contemplaba el pueblo que había sido testigo de un evento tan extraordinario, me sentí agradecido por haber sido parte de esa historia. Era un recordatorio de que, a veces, el amor tiene la capacidad de pintar el mundo con colores aún más vibrantes y de iluminar nuestros días con una luz que trasciende lo ordinario. Y así se terminaba la historia alzando la luna

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